Canco Rodríguez: “Luché contra mi sonrisa, pensaba que me quitaba madurez”
- MARCOS MARTÍN / EDGAR MELCHOR
- 16 mar 2017
- 9 Min. de lectura

Canco Rodríguez (Cártama, Málaga, 1977) es el "a vivir que son dos días" personificado; es más, estoy seguro de que si pudiera hacerlo sin que lo tomaran por loco, lo iría proclamando a grito pelado con una sonrisa de oreja a oreja. Pero no siempre fue así. Por miedo a no parecer serio y poco profesional, la escondió durante un tiempo. Sin embargo, lo vivido en el pasado y su espíritu crítico le enseñó a no tener grandes teorías. Ahora, su risa y él son inseparables, tanto que te contagia las ganas de vivir o, por lo menos, el deseo de que no pase ningún día de tu vida sin sacarla a pasear. Canco, que piensa en el futuro sin desperdiciar el presente, se desespera porque lo recuerden por 'Fulanito de tal' en la serie X porque, al fin y al cabo, cualquier actor es más que un personaje. En Tu cara me suena, te atrapó el artista y, enseguida, se desnuda la persona.
Tu cara me suena ha sido un casting para descubrirte como persona, además de como artista.
Me ha venido muy bien después de tantos años trabajando en una misma serie e interpretando a un mismo personaje. El programa te permite, a través de las caracterizaciones y la imitación de diversos artistas, un registro de posibilidades a la hora de trabajar como actor. Y, luego, evidentemente, no puedes engañar a la cámara porque no es ficción, es un programa de televisión real, por lo tanto, ven a la persona durante meses. No puedes fingir a la cámara ni al espectador. La gente te ve como eres de verdad. Sirve para conocerte como, en mi caso, intérprete y como persona.
Entonces, hemos conocido a Canco y a Juanjo a la vez.
Bueno... de alguna forma. A Juanjo me lo reservo más todavía. Se ha conocido a Canco actor y a Canco persona (risas).
Cuando entraste te dijeron que “el programa te colocará donde tú quieras que te coloque”. ¿Ha ocurrido lo que esperabas?
Sí, y, además, me lo dijeron con tanta seguridad... ellos sabían que es así y punto. Tú, cuando lo oyes, te suena un poco a maestro Samurái o a “dar cera, pulir cera”, pero es verdad. Si disfrutas el programa, si trabajas mucho, si te comprometes con el juego, el programa te va a colocar donde quieres: que es caer bien y crecer como artista. Ahora, si te enfadas buscando una competición, que realmente no la hay, si te agobias y piensas que estás haciendo el ridículo, pues se va a ver la peor parte de ti.
¿A uno le llega a enfadar que lo encasillen siempre con un personaje o un programa en concreto?
Más que enfadar, desesperar. En este país, ocurre que si haces muy bien una cosa, no te permiten hacer otra, pero si haces muchas cosas mediocres, no paras de trabajar. Desespera que incluso periodistas se dirijan a ti por el nombre del personaje que interpretaste hace tres años. Te desespera porque tú no eres ese. No puedes ceder ante la desesperación, tienes que decir “bueno, poco a poco, voy a ir trabajando y dándole al público 'cositas', a ver si les enamoro por otro camino”. El público, como siempre se dice, es soberano... es verdad, no me debe nada. Me verán en otros registros si yo les enamoro, o no.
Cuánto cuesta quitarse a un personaje de encima.
Cuesta mucho, pero no es imposible. A veces, tienes que cambiar tus propias reglas del juego porque yo, como actor, nunca imaginé que entraría en un programa como Tu cara me suena. Y, de repente, pues para cambiar mi rol y para cambiar la imagen que tienen de mí, por un personaje que estuve interpretando durante diez años, he visto que este programa me ha venido súper bien, para que la gente me vea a mí, me vea como actor y vea que puedo tener muchas posibilidades a la hora de trabajar y, sobre todo, que la gente se quede con las ganas de verme más. Eso es lo que ha provocado el programa, me ha ayudado mucho. Pero sí que es difícil quitárselo, lo único que tienes que hacer es dar tiempo y esperar a que poco a poco todo ocurra.
¿Delega Canco su futuro en el destino?
En mi caso y en el de muchos actores, vivimos más en el futuro que en el presente. Cuando yo estoy en Tu cara me suena, ya tengo mi cabeza puesta en septiembre de 2017. Los trabajos son efímeros, duran solamente un tiempo, corto. Tienes que vivir intensamente, hacerlo lo mejor que puedas porque sabes que las oportunidades son a cuentagotas. Pero, a la vez, tienes que estar pensado en dónde vas a estar cuando se acabe esto, o ensayando una obra de teatro a la vez o preparándote un show, escribiendo algo para presentar... Me gusta ir de la mano del destino, ayudar a que las cosas ocurran. Nunca he sido de esperar en el sofá a que llegue esa maravillosa llamada que me cambiará la vida.
Tú te montaste tu propio espectáculo y tu gira por toda España para no estar parado.
Sí, me gusta enganchar una cosa con otra y, a veces, hay un hueco de más meses de los que quieres que haya de parón... pues hay que montarse algo independiente para seguir trabajando y generando sueldo.
Hay que tener valor para ser actor.
Hoy en día, hay que tener valor hasta para ser maestro (risas). Estudiar sabiendo que vas a acabar en el paro es duro. Antes, se te prometía que si estudiabas, trabajabas. Ahora mismo, cuando te dicen que estudies y preguntas por qué, tampoco te pueden asegurar que vas a ser médico o periodista. Te dicen que estudies por si tienes la suerte de trabajar (risas). Así que hay que tener valor para levantarse día a día y confiar en lo que haces, sea la profesión que sea.
¿Te verías trabajando en otra cosa?
Lo he hecho, pero desearía que no. Intento no visualizarme con otra ropa de trabajo porque puede que ocurra si lo visualizo.
¿Estás rechazando muchos papeles?
Desde que acabé Aída, tengo rechazados unos cuantos porque el rol que tenía que interpretar era muy parecido. Si quieres cambiar el perfil, tienes que sacrificar algunos trabajos, y bien pagados. Pero tienes que decir “no, no quiero eso, quiero lo otro”. Y, de hecho, en Tu cara me suena, he intentado que mi rol no fuese el más divertido, quería mostrarle al público otra imagen de mí, intentar sorprenderle. Acabar siendo una de las sorpresas del programa era el objetivo que me quería permitir, por eso estoy tan contento.
¿Cuál es tu método para buscar trabajo?
Me levanto a las siete de la mañana, cojo la 'barquita' y me pongo a echar redes en todos los sitios. Y a la noche, recojo. Intento buscar trabajo a partir de mis representantes, a través de productoras, de hacer cortometrajes, de hacer teatro... de todas las formas. Mi problema es que descanso poco porque me apasiona mi profesión y porque cuando uno está en lo que se llama la cresta de la ola, o cuando estás montado en la tabla, no quieres caerte, quieres llegar hasta la orilla. Evidentemente, no estamos hablando de ponerme de rodillas con unas rodilleras (risas).
Observando fotos tuyas es casi imposible no verte riendo, ¿qué te quita o te podría quitar la sonrisa?
Pues fíjate, durante un tiempo intenté luchar contra mi sonrisa haciéndome unas fotos más serio, intentando taparla. Estaba confundido, pensaba que la sonrisa me quitaba madurez. Es absurdo. Me he dado cuenta que mi sonrisa es una de mis mejores bazas y aunque he intentado aplacarla, ella ha salido, como salen mis ojeras bajo el maquillaje. Era como tirarme piedras sobre mi propio tejado. Me he dado cuenta que puedes ser igual de maduro, de buen profesional e igual de serio, sonriendo.
Entonces, con el paso del tiempo, ¿te has hecho más serio?
Si te digo la verdad, con el paso de los años, cada vez sé menos quién soy (risas). Siempre me ha gustado tener muy claras las cosas. “Esto es así”, “esto se hace así“ y “esto es por este camino”, hasta que la vida te demuestra que no hay un camino correcto y que no hay una única forma de hacer las cosas. Te lo demuestra a base de palos, de tsunamis que echan abajo todas tus teorías, y a base de tormentas que echan abajo todos tus cañizales, que lo que tú pensabas no era la única manera de hacer las cosas... Acabas por no tener grandes teorías y por no ser categórico en ninguna de tus opiniones.
Cambiando de rumbo, ¿cuánta pasión por el periodismo queda en aquel chico que dejó de estudiar la profesión tras aquel 'maldito' pleno que se puso en medio?
(Risas) Mira, de verdad que me encanta el periodismo porque lo relaciono mucho con el teatro, es un medio para contar cosas al mundo: unos lo hacen a partir de la prensa, la radio y la televisión y otros lo hacemos a través de los escenarios. Pero, al fin y al cabo, el mensaje es el mismo: tengo que contarte cosas que están pasando. Me encanta. Me apasionan los trabajos periodísticos de investigación y los propios informativos. Me encantaría que las informaciones positivas también fueran noticia. Igual que hablamos de que “una persona se tiró desde un balcón y se suicidó en Valencia”, hablemos de “esa madre que ha tenido mellizos y son los más bonitos del país”. Solamente informar de lo malo está pensado para asustar más que para informar.
¿Qué aprendiste durante esa etapa?
Aprendí a resumir, a que cuando quieres contar algo, sé conciso, ve al grano y no te andes por las ramas que la gente desconecta (risas).
Desde dentro, como actor, ¿la crítica que se hace al mundo de la interpretación te parece justa?
Ninguno tenemos la potestad de decir lo que es verdad y es mentira, o lo que es bueno y es malo. Pero sí es verdad que hay una confusión 'grandísima' de relacionar a las actrices con prostitutas y a los actores con magos. Hoy en día, se dice como chiste, pero creo que la gente lo tiene tatuado en el alma. El problema es que, por circunstancias, se ha posicionado políticamente de un bando la cultura, hacia la izquierda en el caso de España. Es verdad que muchos representantes de la cultura han dicho públicamente que se posicionaban con la izquierda del país, pero es absurdo posicionar la cultura políticamente porque no pertenece a un bando ni a otro. Me parecen ridículos tanto los que lo creen como los que la posicionan.
Por cierto, siempre quisiste interpretar a un periodista, más que serlo, ¿llegará ese momento?
(Risas) Siempre lo cuento como mi punto de inflexión, cuando me di cuenta que lo mío no era el periodismo, sino la interpretación porque me gustaba el periodismo, pero el que veía en las películas, o sea, deseaba interpretar a un periodista. Cuando me di cuenta de eso, me dije “quiero ser actor, no quiero ser periodista”. Pero sí, me encantaría poder hacer el personaje de un periodista, algo rollo Pérez-Reverte (risas).
Por lo general, se valora más el drama que la comedia. Es más, se valora más una actuación dramática que una humorística. A la vista está.
Cuando dicen “es más difícil la comedia que el drama”, yo siempre digo que cada cosa tiene su dificultad. Hay veces que ya te toca la moral. Siempre estamos intentado igualar la comedia y el drama diciendo que las dos son igual de difíciles, pero a la hora de la verdad, el drama se lo lleva todo siempre. Vamos a empezar a defender el territorio de la comedia. Es una pena que la comedia sea la 'amante', la 'segundona', la que nunca va a heredar nada de la familia. (Silencio) Es difícil valorar la comedia porque está muy unida al intelecto. La gente que hace y disfruta la comedia son muy inteligentes, saben que los premios no son más que premios.
Hacer reír es muy complicado.
Sí, es muy complicado sobre todo porque tienes que comprobarlo con el público a través de la risa. Cuando haces drama, el silencio es suficiente para ti. Tú das por hecho que con ese silencio estás consiguiendo movilizar emocionalmente al público. Pero en la comedia, necesitas sí o sí el sonido del público, el feedback de la carcajada. Muchas veces, crees que has conseguido el objetivo cuando no lo has conseguido. En la comedia, lo sabes en cuanto acaba la función. Si el público no se ha reído, no has tenido gracia, punto.
Hablas del imprescindible papel crítico del actor de teatro con lo que ocurre en política, ¿por dónde empezamos?
A mí me dicen mis seres queridos, gente por la calle, o cuando he hecho un comentario en redes sociales, “no te metas en política”, “esto no es cosa tuya”, “con lo bien que me caes, no opines sobre esto”. Es absurdo. No sé qué creen qué significa actuar. Siempre pongo el ejemplo de los carnavales. A un carnavalero, si tú le dices “no te metas en política”, te dirá “¿y qué hago? ¿Te canto una 'coplilla' y me bajo?”. No y no. Tiene que hablar de lo que pasa en el ayuntamiento, de lo que pasa con las aceras y las calzadas, de lo que ha pasado la semana pasada con la corrupción... tiene que hablar de eso y a través del humor hacer que lo entiendas y que te lo imagines. Si el actor sube al escenario y no hace una crítica ni cuenta lo que está pasando en la sociedad, ¡para qué se sube!
Una película.
Miles... pero siempre digo Pulp fiction.
Un libro.
Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza.
Una canción.
¡Uala! Joder, tío... Se me vienen tantas y me embudo que no me sale ni una. Venga... Infinito, de Bumbury.
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