Anna Castillo: “Antes había censura de verdad y a la vez la gente era más libre”
- MARCOS MARTÍN / EDGAR MELCHOR
- 19 abr 2018
- 9 Min. de lectura

Solo desde el respeto nace la admiración, ya sea hacia una persona o un trabajo. Admitir que se tiene miedo al fracaso es al mismo tiempo manifestar que amas lo que haces, además de ser honesto con uno mismo. Por mucho que la halaguen, que la piropeen nombrándola la actriz con más futuro del cine español, Anna Castillo (Barcelona, 1993) tiene vértigo, pero el miedo a ser grande no la impide seguir adelante. Aunque, eso sí, reconoce que la exposición al público le da un punto de timidez que no tiene en realidad. En el recuerdo queda el premio Goya a mejor actriz revelación en 2016, colocado hoy junto al televisor y el rúter wifi, y la unión que se forjó en un proyecto, La llamada, que ha durado cinco años y, aun habiendo terminado, le sigue dando tantas alegrías. Con tan solo 24 años, posee una identidad muy acentuada, un poco macarra, como guindilla. Habla sobre la libertad, condicionada en todas sus formas por una sociedad atestada de prejuicios.
Has estado en Ibiza estos días.
Sí sí, he viajado por placer. Ya estoy en Madrid.
Y, volviendo atrás en el tiempo, viéndolo con perspectiva, ¿ha merecido la pena dejar Barcelona?
Sí, claro. Sí, ha valido la pena porque las cosas están bien y está yendo todo genial. Estoy muy feliz, agradecida. Entonces, fue un sacrificio, pero valió la pena.
Te debiste de sentir muy mayor de repente.
Fue como hacerse mayor de golpe. Creo que siempre he sido bastante madura, pero sigo siendo muy petarda para muchas cosas. A los 19, yo me veía capaz de independizarme y de irme a vivir sola a una ciudad que no era la mía, pero no dejaba de tener 19 años. Pasé de vivir con mis padres y de pasar el tiempo con mis amigos de toda la vida en Barcelona a estar sola. Tener que hacerme cargo de alquilar un piso, de no rendirle cuentas a nadie, de gestionarme, de hacer todas esas cosas que nunca había hecho… pues hacerlo de golpe y currando a la vez… sin querer me espabilé.
¿Cómo sentiste la soledad de la que hablas los primeros días?
No sufría, no me sentía sola porque tuve la suerte de que me vine a trabajar, entonces, entre semana, estaba trabajando y el fin de semana, me iba de gira con la función de La llamada. Yo estaba feliz de conocerlos y de estar con ellos, pero sí que es verdad que, de repente, llegar a casa y estar sola… nunca lo sufrí, de hecho, me gustó. No lo sé, me gustó esa independencia. (Piensa) Luego, siempre he estado en contacto con mis padres; al principio, tenía un novio que vivía allí, iba mucho a Barcelona. Me hice mayor, pero con gusto, no lo pasé mal.
Ahora que ya te conoce gran parte del público, ¿sueles evitar ciertos sitios porque sabes que te vas a encontrar a demasiada gente?
Pues yo es que vivo cerca de la Gran Vía (risas). Date cuenta que por donde hay más gente es donde suelo estar yo. No no no, no evito. Hay sitios en los que me pongo un poco alerta sin saber, como, por ejemplo, salidas de institutos. Cosas así que noto como que igual de repente es probable que me reconozcan, pero no no no, no evito nada. La gente que me reconoce suele ser majísima, no tengo ningún problema.
Muchos compañeros tuyos, actores y actrices, dicen ser tímidos y que la profesión les permite soltarse, pero tú eres un torbellino tanto bajo el foco del cine como bajo el del sol.
No soy tímida, nunca lo he sido. Pero sí que es verdad que, el estar más expuesta, últimamente, me da un pelín más de timidez. Pensar que hay gente que puede reconocerme, saber quién soy… Hace poco, iba en el AVE, me quedé dormida y había gente comentándolo en Twitter. Me asusté muchísimo, me dio vergüenza. La exposición, a mí en concreto, me da un punto de timidez que no tengo en realidad. Pero no, nunca he sido especialmente tímida.
¿Eres más pudorosa en la vida real o en el escenario?
Sobre el escenario (risas).
Leí en una entrevista que enamorarte es lo que más te gusta en el mundo, ¿y lo que menos?
Aburrirme, que debe de ser como lo contrario a enamorase, ¿no?
Claro. ¿A ti te pasa eso de que los papeles que vas haciendo van conformando tu propia personalidad?
Creo que no. Sí que es verdad que cada proyecto que hago voy aprendiendo cosas. Ningún proyecto me ha dejado indiferente, siempre me ha sumado cosas. Pero los personajes no me construyen a mí.
¿Qué significan el pimiento rojo y el cactus del oeste de Instagram?
Una vez me dijeron: ¿Qué pasa, que pinchas y picas? Y no… Aunque sí que tengo ese punto de la guindilla, como macarra… Son cosas que me gustan, pero es puramente estético. Son dos iconos que me parecen guais.
¿Sigues teniendo el Goya debajo de la televisión y al lado del wifi?
¡Sí sí!
¿Cuál de esas tres cosas dirías que es más importante?
¿El Goya, el wifi o...?
La tele.
El Goya. Aunque tengo una compañía de teléfono que me da muchísimos megas al mes, sino el wifi sería también bastante importante (risas).
Javier Gutiérrez nos dijo en una entrevista que a él le duró muy poco la resaca del Goya, no me lo creo que a ti también. ¿En tu caso?
También. El momento Goya duró como un par de meses, luego ya la gente se olvida e incluso uno mismo lo coloca en otro sitio. Por lo menos, para mí fue así. Me dieron el Goya y estuve muy feliz. Me duró ese halago hasta que la gente me lo recordaba, cuando la gente dejó de recordármelo, lo coloqué en otro sitio. De repente es como: “¡Ay, coño, sí, eso pasó de verdad, qué guay!”... y me vuelve otra vez esa sensación bonita.
Cuando recibes, precisamente, ese tipo de halagos, como cuando Javi dijo de ti que eras la actriz con más futuro del cine español, ¿te los crees?
(Silencio) Me da un poco de vértigo. Me los quiero creer. La gente que me lo dice, en este caso Javi, lo hace desde el amor. Seguramente una parte de él lo crea así, y eso me da un poco de vértigo. Me alegra, me halaga, me hace feliz y a la vez es como: “¡Ay, Dios mío, ojalá!”. Ojalá, yo qué sé.
¿Tienes miedo a fracasar?
¿Si tengo miedo a fracasar?
Sí.
Sí, claro, desde luego. Esta profesión es muy jodida y por mucho que las cosas pinten bien… No siento que esos momentos malos sean fracasos, el fracaso es una cosa que únicamente te lo impones tú. Cada uno siente el fracaso de una manera distinta. Lo que me da miedo es que en algún momento yo me haga eso a mí misma, que sienta que he fracasado y no sea capaz de relativizar.
Además, tú dices que tienes que ser más paciente, que sufres mucho.
Bueno, sí, estoy en ello. Soy muy impaciente, me molesta aburrirme. Pero estoy aprendiendo a llevarlo mejor.
Después de estar inmersa cinco años en un proyecto tan fructífero como La llamada -primero, el musical y después, la película-, que se ha terminado ya, ¿el vacío existencial es real?
Siento nostalgia. La llamada ha sido durante mucho tiempo un motivo no de lucha pero sí algo en lo que un grupo de gente, que da la casualidad que son mis amigos, íbamos a una. Ahora eso ya lo hemos conseguido, nos ha dado muchísimas alegrías y muchísima felicidad. Ahora cada uno estamos en luchas distintas. A veces echo de menos esa unión entre nosotros. La llamada me ha llenado mucho, no siento un vacío, sigue dándome muchas alegrías. No la echo de menos, sigo sintiendo que está presente de alguna manera en mi vida.
En La llamada, tu personaje normaliza la homosexualidad, la libertad de elegir. ¿Qué otros valores te gustaría interpretar?
Creo que estoy teniendo mucha suerte con los papeles que tengo porque en El Olivo, en La llamada, en Viaje al cuarto de una madre, una peli que voy a estrenar ahora con Lola Dueñas, en Arde Madrid o en Paquita Salas interpreto a personajes femeninos muy alejados del cliché. Es un valor muy importante transmitir, enseñar y que se vea en la ficción. Estoy teniendo la suerte de trabajar personajes femeninos muy interesantes, con muchos matices y muchas capas. Entonces, por ahí me siento muy afortunada. Me están dando la oportunidad de transmitir algo bueno. Cualquier personaje interesante tiene valores que transmitir, hay muchísimos.
¿Ya existen más personajes que no sean la chica pivón o la fea?
Sí. Lo dices porque yo eso lo he dicho alguna vez, ¿no? Sí, la verdad, estoy haciendo de más cosas (risas). Estoy muy contenta.
Lo decías hace un momento. ¿Arderá Madrid a finales de 2018?
Sí, va a arder bien. Estoy encantada con este proyecto. Ojalá vaya genial y haya más temporadas, te lo juro. Porque trabajar con Paco (León) y con Ana, que es su mujer y la dramaturga, trabajar con Inma... ha sido, vamos, una experiencia increíble. Me lo he pasado tan bien y creo que hemos hecho algo tan guay que me encantaría repetirlo. Espero que a la gente le guste tanto como me ha gustado hacerlo a mí. Estoy emocionada con este proyecto.
En la época en la que está ambientada Arde Madrid, que relata las vivencias de la actriz de Hollywood Ava Gardner en el Madrid de Franco, había censura de verdad.
Sí, pero había censura de verdad y a la vez la gente era más libre. La gente se permitía ser libre, tenía muchos menos prejuicios de los que se tienen ahora.
¿Qué está pasando ahora precisamente con la libertad de expresión en las redes sociales?
Creo, por una parte, que la gente es más consciente de que cada uno debe ser libre y hacer lo que le dé la gana y, a la vez, que todo esté tan expuesto hace que todo el mundo pueda opinar. Y las opiniones al final te condicionan, coartan la libertad. Es una movida rara. No sé muy bien cómo explicarlo. Nos permitimos juzgar más porque lo vemos todo, todo el rato y, cuando pasa eso, te crees con derecho a opinar y a juzgar. Entonces, hay algo ahí que deja de funcionar.
Tu amigo Javier Ambrossi, por ejemplo, se ha ido de Twitter. ¿A ti te afectan también este tipo de actitudes por parte del público?
A mí no me pasan estas cosas porque mi persona no es tan conocida como los Javis o Dulceida. Pero sí que me da miedo ver las reacciones de la gente, cómo se creen con derecho a decir cualquier cosa y sumarse a un carro de odio y desprecio. Me sorprende mucho que no haya ningún tipo de pudor en eso, que las redes sociales te permitan tener esa máscara puesta y ser libre en decir lo que quieras sin tener reparo en herir a alguien. Cuando veo eso me asusta.
¿Qué opinas de titulares como: “La afición de Anna Castillo a desnudarse en Instagram”?
(Risas) También los he leído. Me parecen tremendos, pero es que no me dan ganas de entrar al trapo, o sea, paso. No me dan ganas de pelarme porque no quiero que se hable de si subo una foto desnuda o no. Parece mentira, pero yo te juro por Dios que nunca subo una foto desnuda pensando que va a tener tanto revuelo porque no lo entiendo. De hecho la subí, igual que la subió mi compañera de piso Gema. La subimos juntas, de risas, en el aeropuerto, sin ningún tipo de pretensión. Igual soy un poco inconsciente y debería pensar un poco más en lo que puede pasar o no. Pero nunca se me ocurriría. Te puede gustar o no, pero que sea de interés es algo que no entiendo. Que haya alguien que diga que tengo una afición que es desnudarme en Instagram es como: "Pues nada, OK". Es que no sé qué decirte.
Eres completamente libre de hacer lo que quieras. Es lo que hablábamos antes, nadie te censura.
Claro.
¿Qué les dirías a los hombres, y a las mujeres también, que no entienden lo que significa el movimiento feminista?
El feminismo es tan simple como el sentido común. Es la igualdad y la oportunidad de que cada uno sea libre y haga lo que quiera sin importar si eres hombre o mujer, o una farola. No tiene nada que ver con el sexo. Que cada uno pueda hacer lo que sea igual. Ya está. Sin más. Desde que me explicaron lo que era el feminismo, cuando era pequeña en el cole, es de cajón y sentido común.
¿Ya habéis terminado el rodaje de Paquita Salas?
Sí, de la segunda temporada.
¿Qué tal ha ido?
Pues muy bien. Están montando los Javis a tope. Creo que se va a estrenar pronto, y por lo que me van contando tiene muy buena pinta. Se nota que hay una evolución y que han dado un paso adelante en cuanto a la primera temporada.
Una película.
Uf… ¿Esta pregunta la gente la responde rápido?
Hay de todo. Suele ser difícil de escoger.
Una serie.
Es que, joder, he visto muchas últimamente muy guais. Pero, para mí, Girls.
En una de las entrevistas que te hacían, decías que no entendías sentarte en el sofá entre semana a ver una serie de televisión, que las veías más online. ¿Eso no puede ser, hasta cierto punto, contradictorio? Tú haces series para televisión.
Sí, yo hago series para televisión para la gente que ve la televisión, pero yo no la veo.
¿Entonces vas a contracorriente de tu trabajo?
No, yo consumo ficción, pero la consumo online. Yo no sé qué voy a hacer el jueves a las diez de la noche, no sé si ese día voy a estar trabajando de noche, o voy a estar en mi casa. No me puedo comprometer con el prime time. Consumo ficción cada día, pero en internet y en el momento en que a mí me viene bien.
Un libro.
La saga Dos amigas, de Elena Ferrante.
Una canción.
Snow, de Angus y Julia Stone.
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