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Jorge Coira: “La política es demasiado poco parecida a la vida”

  • MARCOS MARTÍN / EDGAR MELCHOR
  • 21 abr 2016
  • 14 Min. de lectura

Para Jorge Coira Nieto (Rábade [Lugo], 1971), haber ganado un premio Goya “no es algo aislado, sino parte de un proceso”. El pasado 6 de febrero, entonaba un discurso delante de las personas más representativas del cine español y hoy, me acoge entre unas paredes que si pudieran hablar, contarían mil historias. Tantas como películas tiene en sus vitrinas. Estanterías en las que se aglutinan recuerdos de su juventud que, sin embargo, no volvería a revivir. Sin deshonrar su fama de gran conversador, tras más de una hora y media de charla, me quedo sorprendido por su hospitalidad y por su forma de ver el mundo… Enseguida, un hombre llano, comprometido y esperanzado, aunque sin dejar de lado “la tragedia de la situación tan alucinantemente grave” que le está tocando vivir a la humanidad.

Tu primer Goya y ojalá no el último, ¿en qué pensaste cuando Carmen Machi dijo 'Jorge Coira'?

¡Ostras!, qué difícil. Sinceramente, no lo sé. Debió de ser algo muy sencillo, tipo "ahí vamos”. Justo antes, estaba pensando: “Venga, da igual, está muy bien haber llegado hasta aquí, no pasa nada por no llevarse el Goya”. Porque, en el fondo, sabes que tiene muy poca importancia. Los premios tienen mucho más que ver con la casualidad y otras cosas… pero sí es cierto que, en el momento, si te lo dan, da realmente alegría. La idea de hablar en público no es que me haga especialmente feliz, con lo cual, sí que estaba nervioso. Lo que vino después ya no lo recuerdo muy bien.

¿Un Goya sirve para ganar más dinero o para hacerte famoso?

Ninguna de las dos. Los actores sí que trabajan con la fama, pero los directores y los montadores, poco. En cualquier caso, es algo muy momentáneo. ¿Lo del dinero? Pues no tengo ni idea, no sé si en algún momento se puede traducir en algo así. La cuestión es que te reconozcan el curro.

¿El premio ya está dando sus frutos?

Nada concreto. Sí que es cierto que me han llamado para alguna cosa después de los Goya, pero no sé si me habrían llamado sin el premio.

Difícil saberlo. Tu trabajo es el mismo.

Claro. El hecho de que te premien con el Goya puede hacer que te conozcan más en algún sitio. Esperemos que pueda abrir alguna puerta. No lo sé. Es una cosa más, no es algo aislado. Es parte de un proceso.

Sobre la gala de los Goya has dicho: “No puedes tratar a los premiados como una molestia si hablan demasiado” y también que “es una gala para el público”… pero, precisamente, el público es el que se queja de los discursos y de la larga duración.

No me extraña. Las galas de premios, en general, son muy largas. En los Mestre Mateo, cuando estaba en el lado de la organización, me parecía que la cuestión era… esto es un espectáculo para el público, por lo tanto, tenemos que intentar que sea un espectáculo lo más vivo, lo más interesante… que tenga un ritmo que enganche, que tenga fuerza, pero eso no puede ser a cambio de tratar mal a los presentes, como si fuesen figurantes. No puede ser así, son gente invitada a la que hay que tratar con muchísimo respeto. Respecto al tiempo que puedan estar o no hablando, lo suyo es tener una norma clara. En el caso de que lo vayas a limitar, que se sepa desde el principio cuánto tiempo es. Y, sobre todo, pon algún mecanismo para que el premiado no se sienta maltratado. Tienes que hacerte a la idea de que los que salen, en líneas generales, no son actores, e incluso los actores están nerviosos. La gente no está acostumbrada a esa situación, se pierde muy fácilmente el control del tiempo... pon algún sistema para que ellos puedan saber, ¡pon un reloj o algo así!

Alguna vez, en alguna gala, se tiene hecho descender el micro…

Sí, eso lo hicieron un año en los Goya. Me resultó muy violento, aunque no sé si estaba pactado; pero como espectador, me parece chungo hacer eso. Alguna vez hicimos (en los Mestre Mateo) que hubiese un pianista en el escenario que entraba a tocar, entonces era una especie de invitación. Puede haber mecanismos… en cualquier caso, algo que no sea agresivo y, sobre todo, algo que sea pactado. En los Goya, fue uno de los errores que se cometió, no había ninguna información previa. Nadie dijo que había un tiempo limitado ni qué iba a pasar en caso de que alguien se lo saltase. Me parece que no es una buena idea.

En El desconocido, fueron muy pocos los planos eliminados, concretamente, tres. ¿Cuántas vueltas se le puede dar al montaje de una película?

Muchas, muchas. Eso de que fueron tres, no sé de dónde salió… me enteré después de la gala. Si lo dije en algún sitio, fue una forma de hablar, es como decir “un par de planos”. No sé exactamente cuántos fueron, aunque sí que es cierto que fueron pocos. No hubo ninguna escena entera que faltase en el montaje. A esta película le dimos muchas vueltas y, con todo, es una película que llevó un camino bastante recto, es decir, hubo muy pocas partes del montaje en las que se planteasen cambios enormes. Al montaje se le da muchas vueltas y tengo la sensación de que cada vez se le da más. Hace unos años, la gente tiraba para adelante con montajes menos trabajados.

De ahí el nivel de las películas.

Sí, sí. Es bueno. Va subiendo el nivel de autoexigencia, el nivel de autocrítica… Para llegar a tener una película bien montada, hay que trabajarla mucho.

Pregunta Dani de la Torre, director de El desconocido (para escucharla haz click aquí).

(Risas) Qué guay. Es demasiado este tío… Sinceramente, nunca lo había pensado. Lo primero que me viene a la cabeza es El padrino. Si no es la que más, es de las que más me hubiera gustado dirigir.

Si pudieses dirigir una peli sobre la situación de los refugiados en Europa, ¿qué final le pondrías?

Intentaría que nunca fuese un final que cierre en falso. Un final abierto a la esperanza, pero que no simplificase la tragedia de la situación porque me parece tan alucinantemente grave lo que está sucediendo… Tengo tendencia al optimismo, pero, sinceramente, no esperaba vivir en toda mi vida un momento tan terrible en Europa. Es un montón de gente que vive de maravilla y que desde sus despachos están tomando unas decisiones con toda la calma del mundo, con toda la tranquilidad, que machacan. Esa diferencia de clases tan abominable, tan salvaje… me parece estremecedor. Estoy alucinado, avergonzado de Europa.

Y, sobre todo, es increíble la unión y el movimiento generalizado de la sociedad en contra de lo que está sucediendo.

Es que es dar asilo a gente que está escapando de una guerra. Es tan alucinante…

Algo que nos pasó a nosotros, precisamente.

Claro. Es una barbaridad de tal calibre… Por muy complicado que pueda ser, aunque en el fondo la sensación es que no puede ser tan complicado darles asilo… Pero que ante esta situación, la cuestión sea preocuparse por si hay algún delincuente entre ellos… tendrá que haber, igual que también los hay entre la población que está establecida en Europa. ¿Qué pasa? ¿Tienen que ser mejores que nosotros para ser aceptados? Qué preocupación absurda es esa. Esto en tiempos de paz, en Europa, es el trato que se le da a la gente que está intentando vivir… Es bestial.

Ahora, se están viendo algunos proyectos de películas grabadas con teléfonos móviles, ¿es el futuro del cine?

Es uno de los futuros del cine. El cine es muy diverso y va a seguir siéndolo, incluso más que ahora. Hasta hace nada, no se podía rodar nada grabando con teléfonos móviles. Ahora mismo, ya es posible. Está empezando a ocurrir. Pero pensar que todo se vaya a hacer con teléfono móvil es absurdo. No tiene sentido. Depende de lo que quieres hacer, cada cámara tiene unas particularidades, no existe la cámara perfecta. Cada formato tiene unos ‘pros’ y unos ‘contras’. Me parece maravilloso que se puedan hacer pelis con un móvil, pero, sin duda, tiene unos ‘contras’ importantes. Algo tan simple como hacer juegos con el foco es algo muy difícil para una cámara de móvil. Es impensable que sea la mejor cámara posible para un montón de películas.

Lo que parece también de película es la situación política en España, ¿por qué vía crees que podría llegar la estabilidad?

Llegará cuando los políticos empiecen a comportarse como adultos, que la clase política aprenda de verdad a llegar a acuerdos y a respetar al contrario. Puedes tener todas las diferencias ideológicas, pero todos los que están ahí merecen ser respetados. Las discusiones y el discurso político actual son de muy poco nivel. Es muy triste que no sean capaces de ponerse de acuerdo, que no sean capaces de entender que si el parlamento está dividido es porque la gente tiene distintas opiniones y que tienen la obligación de respetarse e intentar darle el mayor peso posible a la voluntad popular.

Si no cede ninguno, esto va a ser un bucle sin salida. En una nueva convocatoria de elecciones, las cosas van a estar más o menos igual.

Hay, básicamente, cuatro partidos… nadie tiene el apoyo como para intentar imponer. Hay muchísimos temas en los que debería ser fácil ponerse de acuerdo… En política económica parece que hay más complicación. Se ve muy poca actitud madura y que tienda a buscar acuerdos. Todo está visto desde el prisma político y no el de la realidad. Las cosas que se echan en cara unos partidos y otros, casi todos las hacen; pero si la hace el otro partido, es algo terrible, y si lo hace tu partido, es algo comprensible. No puede ser. Es demasiado poco parecido a la vida.

Al cine español, ¿qué le pasa… por qué no comulga bien con la taquilla?

Tampoco tan mal. Es una situación muy compleja. Intentar simplificar la situación del cine me parece imposible.

Pero existe un estigma negativo del cine español por parte de los españoles.

Son varias cosas. Después de la guerra, van surgiendo movimientos de cine muy interesantes, pero respecto a esos movimientos España se queda bastante ajena. Cuando acaba el franquismo, tiene un cine muy anquilosado, muy viejo para ese momento histórico. En la transición, empieza un recambio y se empiezan a hacer las cosas de otra manera… Tengo la sensación de que tiene mucho que ver con cuestiones políticas. A raíz de aquella gala de los Goya de ‘no a la guerra’, muchos medios empezaron una guerra contra el cine español. Hubo muchísima gente de los medios tradicionales que se posicionaron en contra del cine español y empezaron a soltar una serie de mentiras y de exageraciones que calaron mucho. Consiguieron que mucha gente odiase el cine de su propio país, cosa que es tan alucinante… Y eso sigue ocurriendo. Hace muy poco tiempo, un ministro del Gobierno dijo que el cine español era malo… es una aberración tan bestia… es impensable que eso pueda ocurrir donde los gobiernos apuestan mínimamente por el cine: Estados Unidos, Francia, Inglaterra…

¿El mundo del cine es una burbuja como se ve desde fuera?

No, no es verdad. La gente que vive del cine son también ciudadanos, son personas; por lo tanto, no existe eso de dentro y fuera. Es un mundo muy complejo y muy heterogéneo. No es un grupito de gente en el que todos son iguales ni mucho menos. Hay mucha gente muy diferente. Tiene sus peculiaridades. Es una profesión muy fuera de lo común en muchos temas. Casi todo lo que tiene que ver con las normas laborales, no tiene que ver con nosotros; hay muy poca gente que cobre catorce pagas al año, es una parte muy pequeña del sector audiovisual. Lo normal es tener picos de ingresos y valles muy bestias.

¿Y qué le falta al cine gallego?

(Silencio) Dinero e historia. Galicia es un país pequeño, eso hay que asumirlo. No significa que haya que tirar la toalla ni muchísimo menos, porque de hecho es un país pequeño igual que lo es Irlanda, Dinamarca… cinematografías muy potentes en países igual de pequeños. En Galicia, se empezaron a producir largometrajes con empresas gallegas… yo estaba en el estreno de las primeras, en el año 89, era un chaval, tenemos muy poquita historia, de hecho, para los pocos años de historia podemos estar contentos. También se hicieron muchísimas cosas mal.

Desde fuera, desde el punto de vista del espectador, hasta parece que se ha retrocedido en la calidad… Recuerdo series que fueron capaces de enganchar a muchísima gente, como: Mareas vivas, Pratos combinados, Padre Casares

En Galicia, en las series, de nuevo, hay pocos años de historia. El movimiento de hacer más de una serie al año, es decir, hacer series en plural, arranca con Mareas vivas. En diez años, del 98 al 2008, se va mejorando muy claramente. Pero, desde la irrupción de la crisis económica, la bajada de presupuestos fue muy bestia, la Televisión de Galicia bajó de 140 millones a 90 millones al año de presupuesto total. Eso afectó. Se consiguió parar la caída y se siguió haciendo ficción, pero está todo un poco al límite. Entonces, o se consigue remontar o tenemos un problema severo. Si no hay dinero, no hay tiempo. Y, si no hay tiempo, no se pueden hacer las cosas bien. Yo diría que se están haciendo extraordinariamente bien para los pocos medios que hay. Las series gallegas se están haciendo con cinco veces menos dinero que las series nacionales, que en general son baratas respecto a las series europeas. Una serie gallega es doce veces más barata que en el resto de Europa. Es mucha diferencia.

Allá por el 2004 fue tu segundo y último papel como actor, en El año de la garrapata, ¿volveremos a ver a Jorge Coira delante de las cámaras?

(Risas) No lo sé. No tengo ningún interés (risas). Sí que hay una parte ‘hitchcokiana’ divertida de ponerte a ti mismo y salir, pero no por mí; en general, si puedo meter gente del equipo, disfruto… no afecta en nada a la película y me gusta que quede filmado el trabajo en equipo. Pero otra cosa es actuar yo, no soy buen actor, me conozco y sé que no lo soy.

En El año de la garrapata se habla, entre otras cosas, de tomar decisiones… ¿Te arrepientes de alguna?

Sí sí sí, seguro. Tengo la sensación de haber cometido muchísimos errores… A ver, es relativo, después de tomarla dices “me equivoqué”, pero en aquel momento no lo sabías. Cometí muchos errores en mi vida.

¿Cuál ha sido tu mejor decisión?

Probablemente, atreverme a intentarlo, atreverme a intentar vivir de esto. Hubo más de un momento en el que tuve que decidir si lo intentaba o no, y eso tiene riesgos.

Cuando te planteas vivir la vida de cineasta, tiene que haber momentos en los que eso se tambalea…

Totalmente. No sé si algún día dejará de tambalearse. Sigue tambaleándose constantemente. Ahora mismo, tengo la sensación de tener mucha suerte y de estar en una situación muy dulce, pero no sé cuándo voy a rodar de nuevo. Espero no tardar mucho. Podría ocurrir que todo fuese mal. Hay un montón de elementos que no dependen de ti como director. Es delicado.

También está muy presente la etapa de la juventud: ¿echas de menos tu etapa como estudiante?

No (risas). Sí que hay veces que echas la vista atrás y dices “qué divertido aquello”… La mente viaja en el tiempo, pero nosotros no. Nosotros viajamos en el tiempo a un ritmo suave y siempre hacia adelante, día a día. Si yo, de repente, pego ese salto a un momento con veinte y pico años, digo “qué divertido aquello”, pero si pienso en hacerlo ahora, me aburriría. Yo salí mucho de copas, salí mucho de farra en Santiago, pero ahora ya no. Eso ya lo viví. Lo que me divertía de eso ya no me divierte. Cada momento de la vida tiene cosas diferentes. Prefiero disfrutar de cada parte. No tengo ni idea de cómo va a ser dentro de unos años cuando empiece a sentirme viejo, prefiero pensar que cuando eso ocurra me apetezca disfrutar de una época diferente… espero. De momento, siempre me ha ocurrido.

Precisamente, en esa etapa se forjó tu amistad con Luis Tosar (en 2º BUP). Por aquel entonces, ¿tenía madera de actor?

Sí, claramente.

¿Veías que podía llegar tan lejos?

No, eso no. No es que pensase que iba a llegar menos lejos, simplemente, no era capaz de imaginar algo tan concreto. Luis cada vez es mejor y fue mejorando con el tiempo, pero ya era extraordinariamente bueno. Lo esencial ya lo tenía. Aquello era espectacular. Recuerdo que había una situación que se daba con mucha frecuencia, que era estar un grupo de a lo mejor quince chavales y, de repente, Luis empezaba a hacer bromas y se quedaba solo haciéndolas. Hacía una especie de espectáculo, de improvisación… Luis en el medio, haciendo coñas, haciendo un personaje y todos los demás partiéndose de risa, durante minutos, no acababa nunca… solo cuando llegaba un profesor y nos paraba. Parecía que ese chorreo de imaginación actoral no tenía fin. Era una pasada. Pero también es cierto que es una época en la que las cosas pasan y las asumes con naturalidad. No eres capaz de colocar las cosas en perspectiva y saber cómo es eso de especial. No le dabas muchas más vueltas.

A mí me ocurrió de estar intentando convencer a gente de que Luis era muy buen actor y no era fácil. Hubo un momento en el que Luis estuvo muy cerquita de tirar la toalla, muy muy cerca. Parecía que estaba en una situación de la que prácticamente era imposible salir. No había conseguido que nadie le diese una oportunidad en serio… seguía haciendo cortos conmigo, pero no tenía una oportunidad profesional y necesitaba ganarse la vida. Empezó a trabajar de camarero, que le ocupaba mucho tiempo. Hubo unos cuantos meses de… no podemos hacer nada. Era lo de… esto o alguien lo destapona o… era una situación muy delicada. Y eso se acabó porque lo llamaron para una obra de teatro… se vino a vivir aquí a este piso (risas) y, a partir de ahí, empezó todo a rodar.

18 comidas se centra en eso precisamente, en las comidas, esos momentos en los que se producen diferentes historias y emociones, esas situaciones en los que todo ser humano siente la necesidad de compartir con alguien. ¿Cuál ha sido la mejor y la peor noticia que te han dado en una comida?

(Silencio) Tengo un problema para esto… tengo muy mala memoria. Me parece una pregunta muy interesante (silencio). Entre las mejores, sin duda, cuestiones familiares: nacimientos, bodas… cosas así que, en mi casa, son alrededor de una mesa. Recuerdo la primera vez que un hermano anunció que se casaba, mi hermano Pepe, fue en una comida, una cosa muy grupal, muy chula. Al final, las mejores cosas que nos pasan en la vida tienen que ver con familia y amigos.

¿Alguna vez te han dado plantón?

Sí (risas). Esas cosas pasan. Son cosas que al final se quedan dentro de las películas, de los proyectos… pero sí, lo cierto es que estuvieron a punto de salir y finalmente no salieron por alguna cosa absurda. Con 18 comidas, me pasó con una actriz maravillosa, que estuvimos que "sí" que "no" que "sí" que "no" un montón de tiempo.

¿Quién es?

Prefiero no decirlo. Es una actriz cojonuda. Le tengo mucho cariño. Me parecía que podía estar genial en la peli. Es una actriz importante, o sea, habría sido un nombre importante para la película. Ocurría que cuando hablaba con ella, se entusiasmaba y decía “sí, sí, venga, vamos”, pero al cabo de un tiempo, como que se iba desinflando… Ella nunca había hecho improvisación y yo creo que le imponía mucho respeto.

O sea, ¿la improvisación la echó para atrás?

Jugar con la improvisación no es fácil. Da mucho miedo. Normal que se lo dé. En el último momento, cuando ya teníamos que tomar la decisión, le surgió una película grande en otro país. Fue una sensación muy rara, de pena, pero por otro lado, como de alivio. Es una película en la que tiene sentido estar si te apetecía porque ese miedo no te lo iba a quitar nadie.

¿Con quién te irías a comer?

(Silencio) Con Jim Jarmusch.

Hacia el final de la película, hay una metáfora muy clara… el timbre, que suena tarde… ¿Te ha pasado alguna vez de perder un tren sin retorno?

Sí, de no haber esperado lo suficiente y que luego pasase algo. Recuerdo esa sensación, pero no cuándo fue. Esa sensación personal de “no puedo esperar más” y de que luego pasase. (Silencio) ¡Ah, sí! Efectivamente, había sido con un proyecto, de estar decidiéndolo y tal, marcharte y que luego saliese adelante.

¿Próxima serie en Telecinco y una nueva película este año?

A ver, la serie de Telecinco está pendiente de estreno, se rodó el año pasado. Se llama Sé quién eres. Está en postproducción. Y peli este año… no lo sé, creo que no… Va a ser el año que viene. Lo de las pelis es muy lento.

La idea, me imagino que la tienes…

Estamos en ello (risas).

Una película.

Un libro.

Una canción.


 
 
 

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